N+1, Informe de tele-reunión del 8 de febrero de 2022


La tele-reunión del martes por la tarde, a la que asistieron veinte compañeros, dio inicio con una serie de consideraciones sobre la introducción masiva de robots en el sector del almacenamiento de mercancías, y más allá.

Según informa The Economist en su artículo New robots -smarter and faster- are taking over warehouses, Amazon ha introducido más de 350.000 robots en sus centros logísticos. Esas máquinas rápidas e inteligentes se están apoderando de las bodegas, en parte como consecuencia de la pandemia, lo que ha dejado desempleados a miles de trabajadores. La consultora de gestión McKinsey predice que el mercado de la automatización de bodegas crecerá un 23% hasta superar los 50.000 millones de dólares en 2030.

Amazon Robotics (antes Kiva Systems) produce sistemas de robótica móvil y ha desarrollado hace poco una nueva familia de robots que le permitirá empaquetar más mercancías en sus centros logísticos, y utilizable también en centros de distribución más pequeños. La empresa utiliza cientos de autómatas móviles coordinados por un software de control para ofrecer un sistema completo de gestión y organización de grandes bodegas, lo que le permite almacenar, trasladar y clasificar las mercancías de forma rápida y sencilla. Los artículos no se almacenan en estanterías estáticas, ni se trasladan mediante cintas transportadoras o carretillas elevadoras, sino que se colocan en pequeñas estanterías móviles, que pueden desplazarse fácilmente por el recinto.

Ocado, una empresa de plataformas de software y robótica especializada en el comercio minorista, ofrece a los comerciantes diversos medios para enviar a sus clientes los alimentos solicitados por internet, y su particularidad reside en el vanguardista sistema utilizado para gestionar las bodegas, llamado “colmena”: se trata de una gigantesca rejilla metálica sobre la que corren pequeños robots que enganchan la mercancía y la transportan rápidamente al lugar donde debe ser empaquetada. Un ser humano puede tardar una hora en procesar un pedido grande, pero estos robots, conectados a un sistema informático basado en la inteligencia artificial y, por tanto, capaces de comunicarse con cada máquina a través de una red inalámbrica, permiten reducir drásticamente el tiempo. Los almacenes de Ocado están diseñados como organismos vivos: tienen un sistema nervioso central (el software), un sistema cardiovascular (las cintas transportadoras) y glóbulos rojos (las cajas). Estas estructuras, que hoy sirven para movilizar mercancías con la mayor repidez posible, mañana servirán para satisfacer las necesidades de la especie (véase Contribución a una teoría comunista del Estado).

Según The Economist, el próximo sector que se automatizará será el del envasado, que podría eliminar por completo la necesidad de porteadores y trabajadores de bodega. Boston Dynamics, una empresa estadounidense de ingeniería y robótica, ha diseñado un robot capaz de vaciar un camión y colocar los paquetes sobre un palet. El gigante logístico DHL ha hecho ya un primer pedido y ha anunciado que desplegará las nuevas máquinas en sus almacenes durante los próximos tres años.

En la mayoría de las instalaciones altamente automatizadas, para acceder a la zona donde operan los robots el personal debe llevar chalecos de seguridad equipados con componentes electrónicos que alertan a las máquinas de la presencia de un ser humano. Los aviones, coches, barcos y trenes ya no necesitan pilotos, pueden ser controlados por sistemas cibernéticos. En los Grundrisse, Marx afirma que, en el capitalismo maduro, “ya no es tanto que el trabajo aparezca como parte del proceso de producción, sino que el hombre aparece frente al proceso de producción como un supervisor y regulador”. El trabajador, por lo tanto, “acompaña al proceso de producción, en vez de ser su agente principal”.

En los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022, en China, hay autómatas controlando la temperatura de las personas, higienizando las zonas de competición, entregando los informes de puntuación de los competidores durante las pruebas, distribuyendo la comida a los atletas y al personal, y reduciendo el contacto entre humanos para frenar la propagación del virus Covid. Los robots camareros chinos nos recuerdan lo que se escribió en La mercancía jamás alimentará al hombre – Una perspectiva introductoria a la cuestión agraria (1953):

“Por último, dicen, el hombre no hará más que el trabajo organizativo, directivo, accionando el interruptor. Pero luego han dicho que una máquina de máquinas reemplazará al hombre en los mandos de la máquina, tras haber registrado mediante procesos electrónicos el comportamiento humano real, aquello que lo distingue, para volver a transmitirlo de forma idéntica. Entonces sí que será la naturaleza la que nos dé todo, empezando por la bandeja del desayuno, que llegará sin que nadie la traiga.”

Si los hombres son sustituidos por máquinas a un ritmo creciente y en cada vez más actividades, desde la manipulación de mercancías hasta la asistencia sanitaria, desde la industria hasta la guerra, ¿podemos decir que sigue operando la ley del valor-trabajo? Veamos cómo esta metamorfosis aparece descrita en los Grundrisse:

“Por un lado, [el capital] evoca todas las fuerzas de la ciencia y de la naturaleza con el fin de hacer que la creación de riqueza se independice del tiempo de trabajo empleado en ella. Por otro lado, pretende medir las gigantescas fuerzas sociales así creadas del mismo modo como se mide el tiempo de trabajo, sujetándolas dentro de los límites que se requieren para conservarlas como valor, como valor ya creado. Las fuerzas productivas y las relaciones sociales -dos aspectos del desarrollo del individuo social- aparecen para el capital sólo como medios, y son para él sólo medios para producir sobre su limitada base. Pero en realidad son las condiciones para hacer estallar esta base”.

El capitalismo no funciona, los cimientos en los que se basa crujen cada vez más. Las revueltas que se están produciendo en todo el mundo tienen como causa la profunda crisis de la ley del valor-trabajo, y un profundo sentimiento de malestar está madurando en un contexto de creciente miseria absoluta, que moviliza tanto a los que ya han perdido algo como a los que temen perderlo (Newsletter número 237, diciembre de 2019).

En una carta a los camaradas titulada La ley del valor y su venganza (1988), escribimos que la productividad social es la capacidad de poner en movimiento más y más capital con menos y menos hombres. La condición esencial para mantener vivo el capitalismo es la acumulación. La condición esencial para la acumulación es aumentar la productividad social. El aumento de la productividad social se consigue sustituyendo a los hombres por instalaciones y maquinaria, y conlleva necesariamente un aplanamiento de la curva de ganancias. Nuestra corriente era muy consciente de las consecuencias de la automatización, y ya en los años 50 utilizaba la metáfora de la mineralización del planeta, es decir, la destrucción del mundo biológico del que nuestra especie forma parte, mediante la producción de minerales (cf. La especie humana y la corteza terrestre). Hoy en día, la burguesía se da cuenta de que la hipótesis Gaia no es una quimera y que la biosfera es un sistema complejo, sinérgico y autorregulado; el Papa también se da cuenta, y escribe la encíclica Laudato, centrada en la idea de “ecología integral”.

A merced de la anarquía mercantil, o de la guerra de todos contra todos, la burguesía desespera por el equilibrio y la planificación social. Reparte premios Nobel a economistas como David Card (quien propone, para reactivar el empleo, subir los sueldos, haciendo un guiño a las luchas de los trabajadores de la comida rápida que demandan 15 dólares la hora), y a continuación echa a la calle a millones de seres humanos (véase el último informe de Oxfam, El virus de la desigualdad). En resumen, si el capitalismo quiere salvarse, tiene que intervenir enérgicamente sobre la fórmula de la tasa de ganancia, y la única manera de hacer esto es volviendo a llenar las fábricas con miles de trabajadores, y no con autómatas. Como esto es imposible, porque la robotización se ha convertido ya en un sistema, el actual modo de producción está condenado a reventar.